29 November 2005
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En opinión del doctor Aguirre, en los últimos años se ha conocido que ciertas carencias vitamínicas están relacionadas con el desarrollo de algunas enfermedades crónicas (enfermedades cardio-vasculares, cáncer, accidentes cerebro-vasculares, demencias, etc.) y de hecho, una reciente publicación considera que, de los 58 millones de personas fallecidas durante este año, 35 millones han sido por enfermedades crónicas y, de estos, 15 millones tienen ente 30 y 70 años. En este sentido, considera que es evidente que la prevención de estas patologías crónicas sea objetivo de la salud pública y también el estudio de las carencias de ciertas vitaminas por su protagonismo en el desarrollo de algunas enfermedades crónicas, así como la necesidad de alcanzar un diagnóstico y tratamiento precoz, con objeto de evitar lesiones irreversibles.
A su juicio, la carencia de la vitamina B12, la última vitamina descubierta en el año 1948, es un ejemplo de la idea anterior. Su importancia en la salud pública queda fuera de toda duda al conocerse que su carencia puede afectar cerca de un 10%-20% de la población con edades superiores a los 60-65 años, independientemente de "que coman bien", poniéndolos en riesgo de desarrollar una enfermedad degenerativa irreversible del sistema nervioso central.
Si bien es verdad que la carencia de la B12 puede aparecer en cualquier año de la vida, Ciriaco Aguirre asegura que el colectivo de personas con edades superiores a los 60 años tienen un riesgo elevado de desarrollar dicha carencia, de no fácil diagnóstico y de difícil toma de decisiones. De hecho, diferentes trabajos consideran que pueden ser deficitarios en esta vitamina entre el 10% y el 20% de la población mayor de 60-65 años. Para este especialista, las dos causas fundamentales capaces de generar esta carencia entre este colectivo son la gastritis autoinmune, una forma especial de gastritis y sinónimo de anemia perniciosa, y la malabsorción de la vitamina B12 unida a los alimentos, ejemplos claros de cómo se puede desarrollar una carencia vitamínica a pesar de "comer bien".
Respecto a la gastritis autoinmune (mal llamada anemia perniciosa) es una de las causas más frecuentes de carencia de la B12 y se considera que un 1.9-4% de la población con edades superiores a los 60 años, puede tener un cuadro deficitario no diagnosticado ni tratado por este mecanismo. En cuanto a la malabsorción de la vitamina B12 unida a los alimentos, obedece generalmente a una gastritis atrófica con una prevalencia de hasta un 30% en la población caucasiana mayor de 60 años y se le asocia a la infección por H.pylori. Un riesgo añadido importante de este colectivo es recibir folatos (otra vitamina del grupo B) pues se conoce que la administración de folatos en pacientes con carencia de B12 sí evita la aparición de las alteraciones hematológicas pero no las neuropsiquiátricas y posiblemente puedan precipitar estas últimas. Esto hace necesario conocer los niveles de B12 previos a la administración de folatos en cualquier persona con riesgo posible de esta carencia. Sin embargo, en la actualidad no existe ninguna actuación programada ni diagnóstica ni terapéutica para este grupo de pacientes.
La falta de Vitamina B12, un riesgo para las embarazadas
Un segundo grupo con especial riesgo para la carencia de B12 es el de las mujeres embarazadas. La carencia de la vitamina B12 en el embarazo puede tener consecuencias irreversibles para el recién nacido y su diagnóstico requiere un alto grado de sospecha. La importancia de este cuadro para los clínicos es que, mientras la madre está habitualmente asintomática y sin anemia, el niño tiene un cuadro devastador. Para su diagnóstico es fundamental el interrogatorio a toda embarazada, no solo de sus hábitos nutricionales sino también de su historia personal y familiar de enfermedades autoinmunes asociadas a la carencia de B12, ya que en estas circunstancias el déficit aparece en edades inferiores a las habituales.
Para el profesor Ciriaco Aguirre, en la actualidad existen muchos interrogantes en los conocimientos para una toma correcta y no conflictiva de decisiones y, por ello, cree fundamental que los poderes públicos incentiven la generación de conocimientos de esta carencia, para que se dicten las normativas adecuadas con el fin de evitar un déficit de consecuencias no bien conocidas y sobre todo con una terapéutica fácil y barata.